PEGASO 2011/50 "CABEZÓN" TRANSPORTES ZOZAYA
De las últimas entregas de Salvat en su coleccionable
Camiones y Autobuses Españoles, tenemos aquí este bonito Pegaso 2011/50, es decir
en configuración de tractora con su arrastre, y en este caso, una cisterna. Este
tipo de cisterna, según los habituales detractores, nunca estuvo entre el
material rodante de esta empresa, Transportes Zozaya. También parece ser que ha
sido replicada de alguna entrega de otra colección anterior, lo que la alejaría
aún más de la realidad. En cualquier caso, mi “estudio fotográfico” por
llamarlo de alguna manera, no tiene capacidad suficiente para semejante
armatoste, y solamente le he tirado fotos a la cabeza, que al fin y al cabo es
la parte más interesante.
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Debido al flechazo que desde chiguito tuve con el Pegaso
Cabezón, es de los pocos modelos a escala que no me importa que las editoriales
nos lo enchufen en vena una y otra vez, aunque se repitan más que el ajo. Me
encanta coleccionarlo en todas sus versiones: su serie inicial Z, la 1060 y siguientes,
tractora, etc… Me da igual su color o su
configuración: si se halla a mi alcance, tarde o temprano entrará en mis
vitrinas.
Mi tío tuvo uno, y a menudo me permitía subir a la cabina,
sentarme y toquetear las palancas, imaginando conducir uno. En parado y con
respeto, claro. Y tratándolo como a un ser más de la familia. Pero cuando llegaban
los calores, y sin horario escolar que cumplir, con más tiempo libre, en alguna ocasión
mi tío dejaba que le acompañara como copiloto, siempre a alguna localidad
cercana. Y ese día era una auténtica fiesta para mí.
Imposible olvidar ese lento y perezoso rugir del motor
cuando subía de vueltas, pero a la vez seguro, con confianza. Ese bamboleo amplio
en la cabina, una vez en carretera, como de paquebote, la cual en ocasiones crujía,
especialmente cuando llegaba el momento de detener el vehículo en terrenos poco
adecuados. Ese chófer siempre atento a las palancas y a los pedales, con calma y
seriedad, pero que cuando llegaba el momento, ejecutaba con rapidez y firmeza todas aquellas
órdenes que quería transmitir a la bestia. O así me lo parecía. Un enorme animal,
que respiraba lentamente al ralentí, que rugía en las cuestas, o que en parado,
se quedaba como dormitando, agazapado pero listo para ponerse nuevamente en
marcha.
A medida que creces y vas ampliando tu horizonte y vas conociendo
más gente y más mundo, a la fuerza acabas por ubicarte en el tiempo y en el lugar que ocupas en la vida, y enseguida descubres que aquello solo era un camión, más bien tirando
a pequeño, que sus desplazamientos eran muy modestos, y su función únicamente la
de que su chófer pudiera poner un plato de garbanzos en la mesa para su familia.
Pero desde luego, son de esas vivencias que seguro te llevarás a la tumba. Y si
es verdad como dicen, que en el último suspiro verás pasar toda tu vida por delante
de tus ojos como si fuese una película, desde luego que ese Cabezón aparecerá
en varios fotogramas.