Creo que ese tipo me suena de haberlo visto antes. |
En la vecina Francia hace ya unos meses que apareció una
colección dedicada exclusivamente a los microcoches, pero la mayoría de modelos
creo que no despiertan un gran interés entre los coleccionistas españoles,
puesto que apenas se comentan en los foros al uso. Aparece el consabido Isetta,
el Autobianchi de turno o el más moderno Ligier. El Isetta digamos que ya está
bastante visto por media Europa, del Autobianchi ya existían anteriormente
varias reproducciones más o menos afortunadas, y ese Ligier no está mal, aunque
demasiado moderno y fuera de contexto, a mi parecer, respecto al global de la
colección.
El resto son de fabricantes que apenas traspasaron las
fronteras del país galo, totalmente desconocidos para mí, pero que aún así ha dejado
algún que otro modelo que me ha puesto tiesas las orejas, cual dóberman tras la
reja cuando advierte un ladrón de aviesas intenciones.
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Es el caso de este Vespa 400 de cuatro ruedas, que si bien nunca
lo “viví” en la calle, en su época sí tuvo cierta presencia, apareciendo en la
publicidad de los periódicos de la época, sobre todo en regiones del norte como
el País Vasco o Cataluña, donde en sus ciudades bien podía
aprovecharse adecuadamente este tipo de vehículo y que además estaban
geográficamente más cercanas al país galo.
Bajo licencia de Piaggio, entre 1957 y 1962, la empresa
francesa ACMA (Ateliers de Construction de Motocycles et d’Automobiles) fabricó
este pequeño vehículo de clara vocación urbana, pero cuya producción apenas
superó las 30.000 unidades. Las motos italianas seguían teniendo más glamour
que este pequeñín, y además el conflicto independentista de Argelia propició
una crisis en la industria francesa que llevó al cierre de diversas fábricas,
entre ellas, la que nos ocupa.
Es de suponer que las unidades vendidas en España lo harían
directamente a través de Moto Vespa, o quizás de la propia Piaggio italiana, al
igual que sucedía con sus motos o el archiconocido Vespacar, un motocarro de
tres ruedas que abundó tanto en España que me parece increíble que nadie haya
reparado en él lo suficiente como para dedicarle una miniatura expresamente a 1/43
en alguna de nuestras colecciones.
Aunque nunca se sabe, puede que algún Vespa 400 fuera
francés, porque algunos de los que he visto en concentraciones y en museos
tiene en la esquina de su ”chapita” frontal la P de Piaggio, pero no el
anagrama de Vespa, por lo que deduzco que alguna unidad sí puede haber sido
adquirida en ese país. En todo caso agradezco que la editorial se haya acordado
de este modelo, inspirado claramente en el Autobianchi, pero con su propia personalidad
y unas prestaciones nada desdeñables, teniendo en cuenta que con algo menos de
400 cm3 conseguía casi 18 CV y una velocidad máxima de 90 km/h.
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Lo importante era participar. |
Sorprendido en la aduana del Berlín Este por esconder a ilegales para pasarlos a zona americana. |
Y vamos con el otro modelo, el Messerschmitt KR-200, o mejor dicho, su marca sucesora, el F.M.R. Tg-500, abreviatura de Fahrzeug und Maschinenbau Regensburg (Vehículos y Máquinas de Ratisbona). La Tg es por Tigger. Fue esta sociedad F.M.R. quien cogió las riendas de Messerschmitt y su modelo KR (Kabinen Roller), un modelo biplaza de casi 500 cm3 y 20 CV, inspirado en la aviación.
Quizás es que les sobraron miles de carlingas de la guerra, aunque de todas formas estaban de capa caída, y F.M.R., la nueva dueña en 1956, se limitó a cambiar la transmisión solo para poder añadir la marcha atrás. Durante un par de años se mantuvieron ambas designaciones, o incluso se entremezclaron: hubo Messerschmitt Tg y F.M.R. KR. Simple economía de subsistencia para ahorrar material, aun a pesar de que el milagro alemán prácticamente se había consumado.
Me quedo con su nombre original de Messerschmitt,
por aquello de su alcurnia aeronáutica, aunque la verdad nunca he visto uno en
directo. Sí lo recuerdo cuando lo ví por primera vez en el cine, en el estreno de
la película Brazil, una fantasía de futuro distópico que no me interesaba ni a
mí ni a mi acompañante, con quien había iniciado las “maniobras de aproximación”
y que fueron rápidamente abortadas al quedarme yo boquiabierto y distraído cuando
ví este “engendro” que apareció en pantalla:
Desde aquel momento me quedó el regusto de curiosidad por saber qué diablos
había sido éso que surgió de la pantalla, y no fue hasta pasados algunos años cuando
pude averiguar exactamente qué vehículo había interrumpido mi escena. Y mira por
dónde, esta semana se dió la ocasión de hacerme con esta pequeña gran miniatura.
Porque si exceptuamos las ruedas juguetosas y su soso
interior, lo demás me parece de gran factura.
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No me he atrevido a indicar el fabricante de estas miniaturas porque me da la sensación que son de padres y madres distintos. Tienen manufacturas diferentes: una menos fina y detallista, y otra con piezas independientes que ni IXO ni Norev suelen colocar. Vistos además por debajo, sus tipografías son distintas entre sí.
Hay que estar atentos a esta colección, por si pudiera echarle el guante a alguno de los Goggomobil que tiene en sus diferentes versiones, o bien ese Zundapp que ya ha salido. También hay que echarle un ojo a la colección argentina de Autos Inolvidables, pues no sé a que espera Salvat para editar los Isard argentinos, mellizos de los Goggomobiles.