domingo, 8 de diciembre de 2019

PEGASO Z-206 CABEZÓN (1956) - "CAMIONES DE ANTAÑO" de ALTAYA. HACIA LA MAYORÍA DE EDAD.


El "cabezón" original, cuando su nomenclatura venía dada por el C.E.T.A. de Barcelona, y Enasa tenía la costumbre de entregarlos ya carrozados.

Publicidad de la época, con esos montajes fotográficos tan típicos en diarios y revistas. 

A la izquierda un "palanquero" (había que soltar el volante para engranar según qué marchas), y a la derecha, ya con el cambio de "bola" y su doble embrague.

Vaya por delante, que en este modesto reportaje no puedo ser imparcial, ya que por razones familiares, este vehículo lo pude ver de muy cerca, tan de cerca, que a veces mi tío paterno me llevaba en  su "hojalata" cuando el recado caía cerca de casa, por lo que se entenderá mi falta de objetividad.

También quiero aclarar que no soy, ni he sido camionero, aunque tengo toda una familia política llena de chóferes desde hace dos generaciones, por lo que aún no siendo, yo, ni de lejos, un experto en el tema del transporte por carretera, sí que tengo a mi alcance unas enciclopedias del transporte con piernas a las que siempre puedo consultar. 

Solamente puedo decir que, para mí, el Cabezón en cualquiera de sus configuraciones, ya sea de dos ejes, cuatro patas, doble dirección, tractora, con un Acerbi, o incluso en su versión de autobús, es el camión más bonito, original y con más personalidad que haya fabricado jamás la Pegaso. Su silueta me resulta tan inconfundible y familiar, que a la hora de escuchar la palabra Pegaso, siempre me viene primero a la mente este modelo, y no otro.

Si además contamos con la opinión contrastada de aquellos profesionales que lo condujeron, tendremos no solo el camión más bello, sino también, a criterio suyo, el más duro y mejor hecho que salió de la fábrica de Enasa. 

Tan rotunda afirmación se debe fundamentalmente a dos factores: las calamitosas carreteras de entonces (a veces con altos y puertos de montaña que consistían en pistas de tierra y grava no muy bien apisonada), y sobre todo a la carga, que sobrepasaba con creces la supuesta masa máxima autorizada del fabricante. Siempre se acostumbraba a aprovechar cada viaje, pero por lo visto, lo de este vehículo llegaba a cotas extraordinarias. 

A ésto hay que sumarle que, siendo como era, el relevo y la evolución directa del Mofletes, Pegaso se volcó al cien por cien con el "cabezón", por lo que éste pudo contar entonces con "novedades" tales como servodirección y freno-motor, facilitando la conducción y la seguridad. En los años posteriores llegaron modelos más potentes y mejor acondicionados que el "cabezón", pero ya las carreteras, el comercio, y las infraestructuras, en general, habían cambiado a mejor: el país ya era otro.

Sin embargo fue este camión, junto con los Barreiros, y los Comet y los Europa de la propia Pegaso, así como todos aquellos viejos restos, supervivientes de las posguerras (de la Civil y de la Mundial), fueron, digo, los que se "comieron" esa dura época de transición: de un país que estaba atrasado en todo, a otro, que en poco más de una década ya pudo gozar de alguna que otra autopista, de algún plan radial de carreteras, o de una normativa seria para el transporte de mercancías.  

El propio "cabezón" fue experimentando significativas mejoras con los años: un aumento paulatino de potencia por encima de los 200 CV, más variedad de configuraciones, pesos y tamaños, supresión de una de las dos palancas de cambios (lo que originó el famoso cambio de bola), y con los años, el turbocompresor, dando ese definitivo y necesario salto hacia los largos recorridos. Todo ello permitió prolongar la vida comercial de este magnífico vehículo, siempre tan apreciado por los antiguos profesionales del sector. Se fabricó en sus diferentes versiones desde el año 1956 hasta 1977, siendo posible ver todavía alguna unidad en funcionamiento en los 90, lo que da una idea de su robustez y fiabilidad.

Por decirlo de alguna manera, este camión generalizó el uso del transporte de mercancías, sacándolo de su ámbito recadero, casi comarcal, a otro más ambicioso, de alcance nacional. Gracias a este camión puede afirmarse que el transporte español llegó a la mayoría de edad.  




Centrándonos ya en la miniatura, podemos destacar:
  • Su magnífico molde, que reproduce correctamente la característica forma de la cabina, y la buena aplicación de la pintura, al menos en mi unidad, que no oculta las franquicias ni las piezas separadas de la misma, dejando apreciar la cintura corrugada, el perímetro de sus puertas, la trampilla rectangular de la calandra y el techo acanalado.
  • Las medidas y la imitación de las cartolas, más que correctos. El toldo quizás sea un poco más flojo, ya que está reciclado de otras colecciones.
  • La finura de los retrovisores y de los limpiaparabrisas, que normalmente en este tipo de colecciones suelen ser muy toscos. No son fotograbados, pero en esta ocasión, los de Altaya se esmeraron. No deja de ser un número de quiosco de Camiones de Antaño, pero como se suele decir: costaba lo mismo hacerlo mal, que hacerlo bien.
  • Los bajos tampoco están muy descuidados, siempre y cuando no volteemos completamente la miniatura. Desde una perspectiva al bies, da el pego, porque ahí tenemos su calderín esférico, tan característico de esta serie inicial del "cabezón", el depósito de combustible y el cajón de baterías más o menos bien reproducidos. Cuenta también con su tubo de escape, rueda de repuesto...
  • Dejando de lado el sempiterno negro (una carencia crónica de tantas y tantas colecciones), el interior está en general bien moldeado, aunque lógicamente no hay calcas ni palancas que nos alegren la vista. A mi modo de ver, cumple sin más. 
Pero no todo el monte es orégano, y debe comentarse la existencia de ciertos errores y ausencias, debido más, a la falta de asesoramiento de la editorial, que de documentación, la cual hace años que es fácilmente accesible por internet: 
  • Las luces traseras no son correctas, ni tampoco su soporte, que reproducen más bien series posteriores, que no ésta. Es un error, supongo, motivado por el aprovechamiento del chasis genérico que se usó en esta colección para todos los modelos de estas dimensiones.
  • Las calcas de pesos y taras tampoco parecen corresponder al tipo de camión, ni por tonelaje, ni por año de fabricación. Ésto no lo considero un error especialmente grave y es disculpable. 
  • En cambio, sí me parece vital la falta de placa amarilla de vehículo rígido de "gran" tonelaje. Es una omisión importante, ya que sin ella, estarías pidiendo a gritos que los de la Agrupación de Tráfico (o los de la Policía Armada, pues creo que 1959 fue el año de cambio) te dieran el alto para entregarte la "receta".
  • En el modelo real los intermitentes delanteros casi siempre eran de un blanquecino traslúcido, pero en la miniatura no los han respetado, aunque están ahí, en el molde, y se han limitado a pasar el pincel de blanco directamente por encima, como el resto de la carrocería, por lo que han quedado bastante camuflados. Por la categoría del fabricante, no se puede pedir que sea una pieza independiente, pero pintar de blanco nuclear un elemento que se supone translúcido, no era la mejor solución.
  • Los espejos retrovisores no son los de fábrica, y creo que ni siquiera son de aquellos años, al menos, yo los recuerdo redondeados, aunque no sé si tan minúsculos como los de las fotos del comienzo. Los de este modelo a escala 1/43 parecen más propios de la siguiente década, cuando este camión cambió a la nueva nomenclatura de 1060, 1061, 1062, etc.
  • Acerca de ese intento de luces, ubicadas dentro de la calandra en cruz, parecen más bien dos cañones ocultos. Es cierto que se  acostumbraba a incluir un par de faros de apoyo en el frontal de estos camiones, bien por necesidad, bien por la nueva normativa que pronto entraría en vigor, pero nunca dentro de la calandra. Ésta solamente se obstruía para cubrirla con el "pijama de invierno".
  • La visera o parasol, resulta muy gruesa y excesivamente alzada, perdiendo de esa forma parte de su razón de ser. El triángulo encarnado que lleva en su centro apunta al cielo, siendo imposible verlo desde tierra. Casi hubiera sido mejor omitir esta cubierta, como así ha hecho algún que otro coleccionista, que no ha dudado en eliminar totalmente este elemento.
  • Todas ellas son faltas leves que un coleccionista manitas puede rectificar fácilmente, pero a mi modo de ver, el error más notable y difícil de subsanar es la ausencia de chimenea, o sea, de la torre del filtro del aire que debería sobresalir entre la cabina y la caja.
A pesar de todo lo anteriormente apuntado, sigue siendo una miniatura notabilísima, muy buscada y valorada por los coleccionistas. La sensación de verosimilitud que transmite este modelo está por encima de todos estos pequeños errores. Por eso es muy raro verla por debajo de 50 euros en las páginas habituales de compra en internet.  

Si esta configuración de borde bajo con toldo no es de nuestro agrado, siempre podremos recurrir al cisterna de Campsa, que sí trae la chimenea, o al Danone frigorífico, muy bien rotulado y aparente, aunque sigue adoleciendo de los errores ya señalados. Ambos pertenecen a esta colección de Camiones de Antaño, si bien suelen costar aún más que el que nos ocupa.

Y si por lo que fuera, prefiriésemos las series siguientes, ya entrados los años sesenta, tenemos el 1060 de Campofrío, el 1060L portacoches de Tradisa, el 3060L grúa con dos ejes traseros, o el magnífico y muy logrado Casintra de cuatro patas, todos ellos de la colección Camiones Pegaso, actualmente en curso. También circula por ahí la tractora 2011/50 de Bimbo, de la colección Camiones Articulados, y el 3060L hormigonera de la Tienda de Salvat, si bien estos tres últimos modelos no suelen hallarse por menos de 45 euros.

En definitiva, si somos muy puntillosos con la historia de Pegaso y con la fidelidad de nuestra colección, no está justificado gastar tal cantidad de dinero. Pero si en su momento, se tuvo la paciencia de seguir número a número aquella colección de Camiones de Antaño, con el tiempo hemos podido constatar que sigue siendo una pieza muy resultona, y que a su natural encanto, hay que sumarle la rareza de que no cuenta ni con publicidad, ni con rótulo comercial alguno, al contrario que la inmensa mayoría de números de aquella colección, lo que la convierte en aún más singular, si cabe. Que cada cual, pues, escoja lo que mejor le acomode.