sábado, 21 de diciembre de 2019

EL DISPUTADO VOTO DEL SEÑOR CAYO (1986) ::: SIMCA 1200 (1971) - "NUESTROS QUERIDOS COCHES" de ALTAYA ::: TRANSICIÓN ESPAÑOLA (1977): SEAT 850 - "COCHES DE UNA GENERACIÓN" de SALVAT.



Fotograma capturado de la película de 1986, "El disputado voto del señor Cayo", basada en la novela homónima de don Miguel Delibes. Como buen "señorito de ciudad" y "sportman" (dicho con todo el cariño y profunda admiración que siempre he profesado a este genio de las letras), conoció en sus excursiones vacacionales al Valle del Sedano a otro extraordinario y sabio hombre como él. Y en ese hombre está basado el personaje principal de esta corta novela. 


Llegando al imaginario pueblo de Cureña, (en realidad se rodó en diversas localidades del norte de la provincia de Burgos: Cortiguera, Mozuelos,  Huidobro, Poza de la Sal y Orbaneja del Castillo, y por supuesto en el Parque Natural de Hoces del Alto Ebro). 

Los urbanitas comprueban consternados la despoblación de la comarca: ¿a quién dirigir sus discursos? Lo que parecía una alegre y bucólica excursión de mítines, pronto se convertirá en un amargo trago de abandono, renuncia y desesperación.  

Tristones y derrotados, llegan de noche a Poza de la Sal (sí, el pueblo de Félix Rodríguez de la Fuente). El futuro diputado ha recibido La Revelación y, como en toda liturgia que se precie, será necesario alcohol para asimilarla.

Paco Rabal, todavía con los pantalones de Azarías, pero en otro rol totalmente distinto: cambió de inocente peón con milana bonita, a perspicaz aldeano depositario de la antigua sabiduría.


"El disputado voto del señor Cayo" es una preciosa película de Antonio Giménez-Rico, en la que de un modo directo y sencillo, se nos recuerda que no hace mucho, la mayoría de los que ahora ocupan las ciudades, entonces vivían o provenían de un mundo rural. ¿Quién no tiene unos padres o unos abuelos de origen campesino? A su vez, se denuncia el olvido de nuestros mayores y pone en solfa el aborrecimiento consciente y deliberado que se ha ejercido sobre otros tiempos y otras gentes. Nos retrotrae a esa época en que todavía éramos capaces de distinguir un fresno de un saúco o un simple higo de una breva, pero lo abandonamos todo, en pos de una supuesta modernidad, y comenzamos a darnos aires cosmopolitas...     ...y así nos luce el pelo.

Una de las quejas más frecuentes de nuestro sistema educativo, dicen, es la falta de conocimiento de nuestros jóvenes en idiomas, lengua, historia...   ...yo digo que España es, con mucha diferencia, uno de los países más analfabetos en cuestiones naturales y del medio físico. Incluso entre la propia gente del campo. Cada vez que se produce una inundación, una riada, un incendio, una sequía o un corrimiento de tierras, nos sorprendemos y nos ofendemos, y acabamos echando la culpa al empedrado. Ya lo dijo Delibes unos años antes en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua: "el poder del dinero y la organización terminan por convertir en borrego a un hombre sensible, mientras la naturaleza, mancillada, harta de servir de campo de  experiencias de la química y de la mecánica, se alza contra el hombre en abierta hostilidad."

La película no busca debate o confrontación entre el campo y la ciudad. Solamente pretende dar una voz de aviso: que no olvidemos. De lo que fuimos, de donde vinimos y de los que se quedaron atrás. No puede echarse a perder toda esa sabiduría acumulada durante milenios, debemos rescatarla y mantenerla viva.

Y aquí viene Paco Rabal, en la que para mí es la interpretación más memorable de su carrera,  por encima de la que protagonizó en "Los santos inocentes", a erigirse en memoria viviente de lo que fuimos. Convertido en una especie de Dersu Uzala a la burgalesa, el señor Cayo, en una sola tarde les da a los urbanitas que le visitan para captar su voto, toda una 'masterclass' de gestión de recursos: apicultura, cultivo, hidrología, ornitología, medicina natural, pesca, meteorología, espeleología, y por supuesto, de ética y de filosofía. Todo ello aderezado con lo que al señor Cayo le sobra a raudales: observación, intuición y sentido común.

El baño de realidad resulta brutal para el futuro diputado, inolvidable también Juan Luis Galiardo, en otra magistral interpretación, cuyo personaje se agarra una buena de coñac, de pronóstico reservado. Aún así, La Verdad, entre sopores de alcohol, resplandece ante él, sólida y brillante como un lingote de oro: el señor Cayo no necesita para nada a los señores políticos, pero los señores políticos sí necesitan del señor Cayo. 

Como reconoce el propio personaje del futuro diputado, interpretado por Galiardo, viendo con sus propios ojos el desaguisado que ha causado la emigración (ahora que nos acordamos de Santa Bárbara porque truena con lo de la España Vaciada) reconoce: "que nosotros, los listillos de la ciudad, hemos apeado a estos tíos del burro, con el pretexto de que eran un anacronismo, y los hemos dejado a pie." 

Fueron a Cureña para redimir al redentor. Con toda la buena intención e ilusión hacia sus visitantes, estamos en esa época de nuevos aires de democracia de la mal llamada Transición, el futuro diputado quiere mejorar la vida de sus paisanos. Cree sinceramente en su función de servidor público, pero tras conocer al señor Cayo, su propio mundo dará tal vuelco, que le hará replantearse sus ideas y sus creencias. Y el sentido de su vida misma.

Gratamente sorprendido de sus jóvenes acompañantes, tan sabihondos como ignorantes, el señor Cayo los acoge con toda la hospitalidad de la que es capaz, pues muestran muy buena voluntad en querer aprender todo lo posible: los urbanitas están descubriendo otro mundo. También el señor Cayo quedará impresionado por la integridad y honestidad del futuro diputado, inusuales en su clase y en los tiempos de encanallamiento que les ha tocado vivir. 
  
No puedo por menos que recomendar esta película, un poco tendenciosa dada la época de la Transición que representa y el momento álgido de los socialistas en la que fue rodada, pero el preciso y precioso mensaje que lleva dentro vuela muy por encima de cualquier ideología política.

Como no, también son de obligada lectura las novelas de Delibes ambientadas en la España interior: "El camino", "Las ratas", "Los santos inocentes", "Viejas historias de Castilla la Vieja" y tantas otras. Cualquier ensayo o artículo de este gran hombre es igualmente recomendable. La prosa de este genio de la literatura, límpida, amena y clara, nos transporta a otro mundo, que nos parece lejano en el espacio y en el tiempo, pero que en realidad siempre está ahí, latiendo y pujando por salir. Por extraordinarias personas como el señor Cayo, o el propio Delibes, son por las que urge salvaguardar todo ese saber. Se lamenta Galiardo en la película: "Ay del día en que en todo este podrido mundo, no quede un solo tío que sepa para qué sirve la flor de saúco".







Este modelo de SIMCA fue denominado como 1200 aquí en España, debido al redondeo del cubicaje del nuevo motor que montaría respecto a Francia, si bien en el resto de Europa se conoció siempre como 1100. En todo caso, sea cual sea su guarismo, fue un gran coche por varias razones: introdujo masivamente en la clase media el concepto de coche compacto barato o hatchback, generalizó la tracción delantera, incorporó de serie las suspensiones independientes, los asientos traseros serían todos abatibles, y demostró la idoneidad del motor transversal. Su éxito se midió, además del número de unidades vendidas, por las diferentes versiones ofrecidas: tres, cinco puertas, familiar, furgoneta, ranchera, el Special, el T.I, el Campero....   ...pero quien mejor supo captar todos esos conceptos fue Volkswagen, la cual copió descaradamente este coche. Tan solo unos poquitos años después, arrasaría con su Golf y sus posteriores generaciones (por cierto, cada cual más alejada del concepto inicial). Unos años antes del Golf, también Renault con su R-12 quiso seguir el paso marcado por SIMCA, aceptando el desafío, pero estirándolo un poco por detrás, para obtener un coche de tres cuerpos claramente diferenciados.

En un momento en que el sector español del automóvil de clase media estaba dominado por Seat, Renault en menor medida, y un poco menos por Citröen, y las opciones eran sota-caballo-rey, ahí estaba todavía Eduardo Barreiros, nuestro Henry Ford, para proporcionarnos una alternativa a esa dictadura, valga la redundancia. Viendo don Eduardo el éxito que estaba teniendo SIMCA en Francia, rápidamente les puso en contacto con el gobierno de aquí para obtener las pertinentes licencias, y poder fabricar cuanto antes este coche en su factoría de Villaverde, como ya había hecho con el anterior modelo, el SIMCA 1000. Los resultados no se hicieron esperar, y para abril de 1969 ya estaba presentado en España, comenzando las ventas oficiales en octubre.

He evitado en el título la versión exacta de este vehículo tan conocido y característico de nuestras carreteras, precisamente porque la miniatura intenta reproducir la primera de las versiones, teniendo en realidad, muchas de las características de la segunda. 

Inicialmente, la primera de todas las versiones, estamos en 1969, tenía la denominación oficial de SIMCA-Barreiros 1200, y se caracterizó, entre otros detalles, por lo siguiente:

  • La marca que tuvo licencia para fabricarlo fue Barreiros.
  • En el frontal había una calandra con lamas lisas color aluminio y un pequeñísimo rectángulo  cromado donde se indicaba el acabado, GL o GLE, y en el capó, a la vista, aparecían las letras S I M C A colocadas a lo largo del mismo.
  • En la trasera, el portón es plano y recto, con un vidrio engastado también recto y poco abombado, hay un logotipo con la marca y el modelo, y además a un lado, el anagrama de Barreiros. 
  • A los lados, teníamos en las puertas las típicas manetas de pulsador, llantas con cuatro agujeros muy finos y unos tapacubos abombados hacia afuera con la palabra SIMCA escrita en su centro. En el tercer pilar existía la salida de aire pero sin ornamentación alguna.
  • Finalmente en el interior había un volante de dos radios, un salpicadero plano y alargado de una sola pieza con relojes en forma de esfera, y salidas de ventilación interiores planas. 

Ya al año siguiente, 1970, Chrysler tomó el control de Barreiros, continuando las versiones de acabado anteriormente comentadas, GL y GLE, pero con otros cambios que influirían directamente en el aspecto exterior del coche: 
  • La marca que tenía licencia para fabricarlo fue Chrysler, más tarde Chrysler España SA.
  • En el frontal desaparecen las letras de S I M C A del capó, y se sustituyen por un anagrama rectangular en la calandra, con letras cromadas sobre fondo negro. 
  • En la trasera, se han abombado ligeramente el portón y la luna, para ofrecer más capacidad de carga, cambian los logotipos, que pasan a tener fondo rojo, y desaparece el anagrama de Barreiros.
  • En las ruedas ahora hay llantas perforadas de 14 agujeros con el tapacubos "pentastar", es decir la estrella de cinco puntas de Chrysler; y la salida de aire del tercer pilar, se destaca con un cromado de una sola veta.
  • En el interior, el volante será de tres radios, y las salidas de ventilación llevan botón central. 

Ya se ha comentado que hubo otras versiones y otras denominaciones, pero son posteriores en el tiempo, y ahora no vienen al caso. Como puede verse en las fotos, la miniatura toma elementos de una y otra versión, y si nos ceñimos exclusivamente a la calidad de la misma, tendremos unas de cal como tantas otras de arena:
  1. El molde y la aplicación de su pintura es muy buena, pues se aprecian correctamente los cromados, y las formas y franquicias de la carrocería no quedan ocultas, realzando sus formas rectilíneas.
  2. El interior, caso raro, está muy bien detallado, y lo que es más raro aún, pintado. Incluso los relojes están representados por unas calcas.
  3. La matrícula no sufre de gigantismo ni está mal reproducida y sobretodo los logotipos de SIMCA son finos y legibles.
  4. Las ruedas son de un tamaño más que correcto. Hay que destacar este hecho, pues Ixo siempre ha tenido la manía de colocar ruedas de tractor a casi todos sus modelos: con éste se debieron despistar. Para bien, claro

En su contra adolece de varios defectos que delatan su origen quiosquero: 
  1. Retrovisores, limpiaparabrisas y antena excesivamente gruesos y bastos, restando realismo a la miniatura. 
  2. Luces en general muy jugueteras e irreales: antinieblas pintados de naranja chillón, faros de cruce, con la típica pupila negra de sujeción a la vista, y luces blancas traseras y delanteras con unos cromados que cantan más que Alfredo Kraus en "Marina", en lugar de ser en blanco traslúcido.
  3. Suspensión demasiado alta, especialmente atrás, dando la sensación de estar aparcado en un montículo: las ruedas traseras deberían estar parcialmente ocultas por sus guardabarros y en la vista trasera de los bajos semeja un eje transmisor, siendo como es, un tracción delantera.
  4. La mezcolanza de versiones: la calandra y el juego de luces frontales son de la serie inicial, pero los logotipos son de la siguiente, de 1971, así como el interior, la trasera y los tapacubos, que también son de ese año. La salida de aire del tercer pilar incluso parece corresponder al modelo TI de 1974. 
Altaya hizo su entrada con Nuestros Queridos Coches en 2003, generando una ilusión y unas expectativas como nunca antes se habían visto en este mundillo. Por fin una editorial se atrevía con una colección patria de "cochecicos" clásicos. Después de tantos años tragando con modelos más o menos jugueteros de aquí y de allá, la ocasión la pintaban calva, y los coleccionistas nos frotábamos las manos: ya no hará falta dejarse un jornal, decíamos, para tener una reproducción digna a 1/43 de un coche de "los de toda la vida". Esperábamos algo normal, ni tan juguetero como un Guisval o un Pilen, ni tan exageradamente caro y sofisticado como un Minichamps, un Kyosho o un Ebbro, por citar solo algunos.

Lamentablemente la tónica general de aquella colección fue que en lugar de centrar esfuerzos y documentar correctamente una sola versión de un solo modelo, se cometió el error de querer acaparar varias versiones representativas de manera simultánea, llevando a esta editorial a cometer constantes pifias en prácticamente todos los números que salieron. La decepción fue creciendo a medida que avanzaban los números: además de los errores de bulto en las versiones de los modelos, aparecieron vehículos que prácticamente no se vieron por aquí, y en cambio hubo omisiones flagrantes de coches que sí abundaron. El error se quiso subsanar con una segunda parte, Nuestros Queridos Coches - Años 80 - donde metieron con calzador algunos modelos de los setenta que no habían aparecido en la anterior. Más vale tarde que nunca. Cierto es que el nivel de esta segunda parte fue algo más alto, y en general hubo muchos y grandes aciertos, pero también siguió habiendo grandes fiascos, que mínimamente documentados, hubieran sido fácilmente evitables.

A pesar de todo, este SIMCA 1200 no es malo, y sigue estando muy cotizado, pues al margen del valor sentimental o nostálgico que pueda representar, tiene el añadido de que es el único modelo español, tal y como se refleja en sus logotipos, que ha salido en alguna edición de quiosco, además de la versión de rally TI. 


Curiosa imagen de la locura que se desató en plenas elecciones, las primeras tras la dictadura, en la que los aparatos de los partidos inundaban constantemente las calles y las carreteras con pancartas, carteles, coches, mensajes radiados y altavoces a todo trapo. 

Al cabo de unos pocos años, en plena vorágine de altayadas de quiosco, Salvat ofreció un test de unos pocos números, entre los que se encontraba como primer fascículo esta curiosidad: un Seat 850 con publicidad electoral de 1977, ubicada en plena transición política española, y dentro de la "guerra de carteles" que durante las elecciones mantuvieron los partidos políticos, pisándose unos a otros constantemente el espacio publicitario disponible, que no era otro que el de las paredes y los muros de las calles, y los altavoces y las radios de los medios de comunicación.

Aquellas elecciones las ganó la desaparecida Unión de Centro Democrático -UCD- del desaparecido Adolfo Suárez. Al igual que en la película antes comentada, una generación en trance de desaparición, da sus últimos "coletazos", antes de extinguirse, para dejar sitio a esa otra que está por venir. 




La miniatura no tiene nada de especial. El molde es muy correcto, pero salvo la cartelería electoral, no tiene ningún detalle que la haga sobresalir, a pesar de tratarse de todo un Norev.

Los pilotos traseros están muy lejos de la realidad, parecen botones. La baca también es irreal y excesivamente simplificada, con unos grosores inadecuados, tanto de las barras transversales, como de la plancha publicitaria. Las ruedas pecan de exceso de tamaño y resulta difícil de creer que los neumáticos de banda blanca hayan durado desde mediados de los 60' hasta 1977, año en que se sitúa la "acción".

Por otra parte, sí es verdad que cuenta con un frontal muy resultón, y unos limpias y un espejo interior de cierta finura. Los parachoques están bien solventados, y los marcos de las ventanillas también gozan de una buena ejecución, pues dejan ver el marco interior con la carrocería en el mismo color, como debe ser. También han tenido el detalle de dejar los derivabrisas puestos, y marcar las rejillas traseras con un convincente grabado.

En definitiva, no es para enamorarse, pero tampoco hace daño a la vista.