martes, 6 de septiembre de 2022

MINIATURAS CLÁSICAS (o a punto de serlo)

 

Existen foros, blogs y demás puntos de convergencia en internet dedicados exclusivamente a todos aquellos seguidores del mundo de la automoción. Los hay de la más diversa y variada temática: últimos modelos aparecidos en el mercado, clásicos restaurados, concentraciones de históricos, competiciones...   …en fín, hasta los hay de tractores y de todo aquello que tú quieras o puedas imaginar. Y ahí están todos, disponibles a tan solo unos pocos clics de tu pantalla. Incluso existe la posibilidad de suscribirte a blogs y a foros donde se comentan y se valoran las reproducciones a escala de sus modelos reales. Sí, sí, a escala: de cochecicos pequeños, como los juguetes de los niños ¿No es de locos?


Bien. Dejando las ironías a un lado, no hace falta recordar que en este último caso, el de las miniaturas a escala, la mayoría de lo que uno puede visionar por internet casi siempre versa sobre vehículos clásicos, antiguos, históricos, o incluso de tracción animal o a vapor. Ley de vida. Esos locos a los que me refería ya empezamos a tener una edad respetable, o vamos directamente para viejos. Por otro lado, es lógico que los fabricantes de miniaturas quieran tocarte la fibra sensible con un Dos Caballos o un R-4. Jamás de los jamases sentirás mariposas en tu estómago con el último Dacia Sandero a 1/43. ¿Verdad que no? Pues éso.

 

Hay más razones para echar la vista atrás. Seguro. Por ejemplo unos derechos de imagen más baratos. El libre acceso a planos y datos que ya no constituyen ningún secreto industrial. El deseo del fabricante de publicitar y publicitarse. Pero sobre todo, y especialmente, casi todo se debe al Factor Nostalgia. A nadie se le escapa que justo aquellas generaciones de la posguerra, fueron las que en su niñez pudieron disfrutar en algún momento de algo tan fascinante como hacer rodar, tumbados en el suelo, un pequeño coche a la vez que imitaban el sonido de un motor que no tenían, para acabar maniobrándolo y aparcándolo en su sitio, real o imaginario, o bien lanzarlo a toda velocidad por un precipicio, real o imaginario. 

 

Con el transcurso de las décadas y el relevo generacional las empresas jugueteras intentaron corresponder al nivel de exigencia que llegó con los nuevos tiempos, por lo que, tanto en el diseño como en el proceso de fabricación, fueron sucediéndose las pertinentes evoluciones. Por lo que puede afirmarse que, paralelamente a la historia de la automoción, la industria juguetera y el modelismo, casi siempre han ido de la mano. Y casi han coincidido en el mismo cruce de caminos: abandono de la artesanía y la producción local por una adopción masiva de la cadena de montaje. Desplazamiento del lugar de fabricación cada vez más y más hacia el Este. No es ninguna novedad, y ya hace muchos años también que los pocos supervivientes de fabricantes de miniaturas hablan chino mandarín. Son los tiempos que corren, qué le vamos a hacer:  bienvenidos a la globalización.

 

¿Pero qué sucede cuando el Factor Nostalgia se multiplica por dos? ¿Qué pasa cuando un buen día caemos en la cuenta de que la propia miniatura también se ha convertido en todo un clásico? ¿Qué cara se nos queda con ese modelo que, ‘capturado’ en la madurez con el objeto de recordar la infancia, resulta que ya tiene más años que el baúl de la Piquer? Pues pasa que, aturdidos y mascullando una maldición hacia al cielo, contando con los dedos, nos damos cuenta que la dichosa miniatura, ahora mismito tiene más años que el propio vehículo real al que reproduce en el momento de haber comprado la miniatura. La tormenta perfecta para caer en la depresión.

 

“¡Joder! que no es un Märklin ni un Dinky de la guerra. Que todavía no soy un carcamal” piensas por lo bajini. Y de repente te das cuenta que el que envejece de veras eres tú, no el clásico de tu infancia, ni tampoco la puñetera miniatura que compraste veinte o treinta años después. Con la cara de gilí que se te ha quedado, justo en ese momento pasa por tu lado la jefa camino de la despensa y pregunta que qué te pasa, que a qué viene esa expresión funeraria. La miras muy despacio. Ves que el tiempo también ha pasado por ella. Y que además, en la mano, lleva un cuchillo carnicero, de ésos para filetear el lomo de un buey. “Nada...  ...aquí estaba, pensando…” consigues farfullar. Así esquivas cualquier otro pensamiento, y cualquier otro juicio acerca de la edad de tu mujer, y evitas las implicaciones de preguntas inocentemente capciosas como ésa ¿Que qué te pasa? dice... 

 

Bien. Para no autoflagelarnos más, y desangrarnos, lo dejamos en este punto. Y como ya apunta sabiamente el refranero popular con aquello de 'sarna con gusto, no pica'  dejémonos de parlamentos que es hora de echar un vistazo a alguna de esas miniaturas…

 

FORD V8 BERLINA de SOLIDO (1992)

CITROËN 8 CV BERLINA ‘ROSALIE’ de ELIGOR (1995)





 

DODGE VIPER GT-S ‘PACE CAR INDIANAPOLIS’ de MINICHAMPS (1997)






 

FORD MUSTANG SHELBY GT-350 de KYOSHO (1997)







 

MERCEDES-BENZ 600 SEC de MINICHAMPS (1997)







 

FIAT 131 MIRAFIORI de STARLINE (2006)






 

LAND ROVER II 'CORTO' BOMBEROS DE BARCELONA de IXO (2015)








Incluyo este último Land Rover, a modo de comparativa entre dos etapas para mí claramente diferenciadas en el mundillo del diecast: antes y después de IXO. Es decir, un período de nuestra vida en el que siempre predominaron los fabricantes europeos, americanos, alemanes, italianos o japoneses, y por tanto, plagado de miniaturas caras y difíciles de obtener, con su indiscutible marchamo de calidad.

Y otro posterior, inaugurado por la invasión china. Y por extensión, por la de coleccionables 'de quiosco'. Bien cierto es que la calidad bajó (a veces demasiado), pero convirtió el mundo del diecast en una cuestión menos elitista y por tanto, más accesible. El asunto de todo ésto, es que desde mi punto de vista, 'los chinos' han evolucionado hasta alcanzar cotas de calidad que no están tan lejos de aquellas marcas otrora dominadoras del mercado. De hecho, algunas de las marcas clásicas, las de toda la vida, han sido desplazadas de su nicho, y creo que es debido a que no han evolucionado en la misma medida que sí lo han hecho los asiáticos. Aquellas siguen siendo casi siempre de mejor factura y calidad, por supuesto. Pero al margen de que uno pueda o no permitirse miniaturas de 500 euros, está la cuestión de la relación precio/calidad. ¿Porqué voy a pagar 100 euros por un Schuco, si ésta del quiosco es peor, pero cuesta cinco veces menos? ¿es que la de Schuco es cinco veces mejor? Rotundamente, no. 

Así que cada cual elija lo que más le convenga: tener una colección con una gran variedad, pero transigiendo con una inferior calidad. O bien hacerse con lo más exclusivo, aunque nos quede una colección muy limitada tanto en cantidad como en variedad. En mi caso, buscando el punto intermedio, me doy algunos caprichos, caros, pero mi colección se basa en temáticas concretas conformadas por unidades de quiosco. O bien picoteando en las que yo creo que más se ajustan a las mismas. Cada maestrillo tiene su librillo, dicen.