Como ya existe suficiente “literatura” al respecto de esta
serie del ‘pony’, y tampoco es cuestión de meter la pata, o entrar en
discusiones sobre cuánto tiene de Dodge, cual es la parte heredada de Renault,
o si en la factoría de Barreiros en Villaverde se limitaron a ponerle un “cascarón”
a lo que ya había, lo mejor es pasar directamente a las fotos de la miniatura.
La serie fue muy amplia, y la variedad no solo en las cabinas,
sino también en la configuración de tractora o de rígido con dos o tres ejes, y
de sus diversas motorizaciones, hace que sea tarea difícil y poco productiva discernir
si la miniatura que representa al vehículo real es correcta. Tal parece, si nos
atenemos solo a las fotografías que circulan del Renault original
proporcionadas por la editorial.
Pero si uno se toma la molestia de documentarse sobre esta
serie DG, rápidamente podrá comprobar que muchas de estas unidades pasaban de
mano en mano (a veces demasiadas manos), y que a menudo las reparaciones y las
sustituciones que el duro trabajo causaba, por los daños colaterales,
provocaba que muchas de las piezas fueran sustituidas con el paso del tiempo.
Parachoques, faros, deflectores, calandras, puertas, guardabarros, etc, todo
ello fácilmente sustituible por un repuesto en el desguace más cercano.
Por no hablar de lo que se carrozaba de cabina hacia atrás. Ya
se comentó en anteriores entradas la preferencia que los transportistas de los setenta y de los
ochenta tuvieron hacia la configuración cuatro-patas y también la de tres. Les
venía de perlas para poder meter un buen número de toneladas en un solo
vehículo, sin necesidad de formar convoyes o semirremolques, y así ahorrar
espacio, y sobre todo, burocracia. Y
también dinero, por qué no decirlo.
La miniatura me parece muy buena, y esta vez quizás con más detalle
en la caja de lo acostumbrado. Pero lo que le da el toque de distinción es ese
motor bajo la cabina, moldeado a conciencia, y eso hace que le envíe de cabeza directamente a la vitrina de los 4 patas: