BARREIROS PUMA DÚMPER (1961)
A tenor de la escasa documentación gráfica que de este pequeño camión ha llegado hasta nuestros días se deduce que fue una especie de modelo transitorio entre los TT-90.22 iniciales y las futuras gamas Halcón, Azor y Cóndor. Confieso que nunca he visto un Puma, salvo en el zoológico. Solo en fotos de la época.
El TT-90.22 fue pensado inicialmente como vehículo
todo-terreno para labores militares, concurso público del ejército mediante. En cambio la “pajarería” que vino detrás ya
estaba claramente orientada a los chóferes del sector privado, para intentar ocupar
en lo posible toda la franja de camiones ligeros, semis y pesados. Para comerle
terreno a Pegaso, claro. Y Barreiros casi
lo logra, pero el régimen, monolítico y de pocas miras, no lo permitiría.
Entre medio de esa primera generación y la siguiente quedó el
Puma, un modelo transitorio de poco recorrido comercial, que fue destinado casi
en su totalidad al sector público de obras, para aprovechar su carácter
campestre y pasa-por-todo. Una vez transcurrida su época, la de aquellos años
locos de desarrollismo tecnócrata entre 1957 y 1965, fueron dejados de lado y
reconvertidos o revendidos a particulares:
bien a otras entidades públicas de menor enjundia, como mantenimiento de
vías o de montes, o bien para que un pequeño productor pusiera a la venta sus
melones con el consabido cambio del volquete por una caja.
Hay que tener en cuenta que hubo versiones cuatro por
cuatro, casi siempre con rueda simple, y cuatro por dos, solo propulsión trasera
con doble rueda ahí atrás, aunque siempre manteniendo una buena altura al
suelo. Con un motor de unos 7.000
cm3 y 115 CV, al ser un derivado de la propia serie TT, a
veces se hacía difícil distinguir cuales eran unos y cuales otros, pues
compartían varios componentes, y como suele ser habitual, ni la propia Barreiros
dejaba clara su nomenclatura. Puede comprobarse en las anteriores fotos.
En este caso concreto, la editorial ha optado por el dúmper 4x2
y cubierto con la cabina tipo Costa, muy característica con su franja cromada en
el frontal, sus faros engastados en el parachoques y esa típica parrilla que
parece una estufa catalítica SuperSer. Los espejos son del tipo correcto, aunque
un poco gruesos. Supongo que para evitar roturas en la distribución. Pues la
solución es bien fácil, señores de Salvat: hagánlos muy finos y no los monten. Lo
mismo con los limpiaparabrisas. Podríamos colocarlos nosotros, y además abarataría
un tanto el producto ¿no creen? Incluso podría reducirse el tamaño del cartonaje
y del blíster. Es una idea, y seguro que no se me ha ocurrido solamente a mí.
El volquete es, como diría, algo creíble, pero no acaba de
dar el pego como pieza de metal que es. Puede que sea el exceso de pintura. Al
menos se ha evitado el plástico, pues con el transcurrir del tiempo el amarillo
queda desvaído, y acaba por diferir del de la cabina. De todas formas ha sido
buena idea que sea practicable, lo que le confiere un pequeño plus de realismo.
En cuanto a las calcas, parecen todas en su sitio. Al tomar como modelo la
unidad publicitaria, hay una gran profusión de ellas. Ya sabemos que don Eduardo
quería que se notara en todo momento que era un Barreiros, se mirase por donde
se mirase el camión.
Si bien no es de las miniaturas más agradecidas de esta
colección, se nota el esfuerzo de la editorial por sorprender a los
coleccionistas de largo recorrido con modelos inéditos y poco conocidos para el
gran público. Simultáneamente, y de tanto en cuando, se reedita algún que otro
molde ya conocido, circunstancia ideal para los rezagados, o para aquellos que en
su momento nunca se decidieron a dar el paso a la hora de iniciar una colección
de este tipo. Hay que destacar que con los años, muchos de aquellos moldes han
sido mejorados, y desde luego, la calidad de sus “trajes” ha aumentado
notoriamente.
Como siempre, nunca llueve a gusto de todos: la mayoría de los
que llevan décadas coleccionando no valoran suficientemente la rareza y
dificultad de un molde inédito y el incremento del precio que eso supone, buscando
extrañas excusas como que no cunde la relación peso/precio, que se trata de
pequeñas miniaturas nada representativas, o que tuvieron una muy escasa
comercialización. Pues nada, que nos sirvan otro Comet u otro Super Azor.
Y luego están los que se acercan por vez primera al
coleccionismo de los vehículos industriales a esta escala. Apuesto a que son “ex-recolectores”
de juguetes de gasolinera (¿quién no lo ha hecho alguna vez?), o recientes jubilados de la “rosca”, o los hijos de
aquella generación, a quienes ahora no les cuadra que justo aquellos modelos
que más les interesan, los más populares y conocidos, tengan en el mercado esos
precios desorbitados, alcanzando en ocasiones las tres cifras. No conciben la
suscripción como una opción a hacerse con todos los números siempre a su mismo
precio, y que una vez en su mano, puedan decidir cuáles permanecen, y cuáles no,
en sus estanterías.
Este pequeño fenómeno ya se pudo observar en la finalizada
Vehículos de Reparto y Servicio, de gran aceptación por varias vías: quiosco, suscripción o “picoteo”. En general,
las opiniones tuvieron un alto ratio, tanto por parte de los coleccionistas
noveles como de los de pata negra. Algunos moldes se repitieron varias veces, y
otros fueron novedad absoluta. Y siempre la calidad fue alta. Pero claro, es
que aquella colección contó con un factor determinante: un precio de quince euros por unas magníficas
reproducciones, contra casi el doble que cuesta ésta.
Me temo que con la de Camiones y Autobuses Españoles, Salvat
se ha pillado los dedos, y no va a tener el éxito esperado. Aún
contando con un buen surtido de moldes inéditos de Sava y Ebro, y de nuevos
fabricantes de la época como Nazar y Leyland, no va a llegar, me da esa
impresión, a la cota de éxito alcanzada por las últimas colecciones. La prueba más
palpable es que en quioscos no se vende todo lo que Salvat quisiera, y ya ha
sido retirada de algunos de ellos. Además, en su tienda por internet todos los
números siguen disponibles. No se agotan.
También puede ser que exista cierta saturación. No de
colecciones, sino de los coleccionistas ante la falta de los más elementales criterios
de venta por parte de la editorial. Y es que también ésta tiene su parte de
responsabilidad. Si puede obtenerse más adelante casi cualquier modelo, incluso
cuando ha finalizado la colección, y si se tiene acceso a los regalos sin mayor
impedimento que una espera más larga de lo habitual ¿porqué suscribirse? ¿de qué
sirve ser premium? ¿porqué pagar de más por un regalo o cierto número, si luego
pueden conseguirse rebajados de precio? La única razón que nos queda para
suscribirse al completo con una colección de este tipo es asegurar todos y cada
uno de los números. Y esos coleccionistas no son los que abundan. Si Salvat o Altaya
no lo han visto en veinte años de mercadeo por internet, alguien de sus
directivas, ahí arriba, no está haciendo bien su trabajo.
Y si el objetivo de la editorial es evitar la especulación, es como rezar por un imposible al santo de turno. Como ponerle puertas al campo. Para
comenzar, las editoriales deberían ponerse serias con la cadena de distribución:
es evidente que algunos de sus eslabones consiguen “distraer” partidas enteras
de los fascículos más interesantes. Lo hacen cuando quieren y como quieren, de
manera impune y reiterada. En cada nueva colección. Deberían hacérselo mirar.
Y como segunda medida, una mayor seriedad y firmeza en las propuestas
de venta: no me hagas pasar por una suscripción entera, si más tarde lo vas a ofrecer
de nuevo a un mismo precio o incluso inferior. Como siempre, pagan justos por
pecadores, y al coleccionista fiel, que al fin y al cabo es el que mantiene estos
tinglados, no le van a quedar muchos motivos para suscribirse en la siguiente
publicación.