WE NO SPEAK AMERICANO… …PERO CONDUCIR, SÍ.
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Comienzos de los años cincuenta. Repostando, un Ford 917T recarrozado en autobús. Apodado “Ford Bigotes”, quién sabe si éste fue uno de los ensamblados en la barcelonesa planta de la Avenida Icaria. Aparcado en el callejón, un Studebaker de la serie K, quizás un K15 con la cabina reforzada en su techo. |
Bien, pues aquí seguimos con el tema, el de la historia de
este país en la que existió diverso material rodante de origen americano, el
cual, a base de forzadas importaciones, carambolas, y rescates chatarreros,
permitió la subsistencia en la precaria economía que sufrían nuestros paisanos,
y que a duras penas lograban mantener a flote la distribución de todo aquello
considerado como básico e imprescindible. Siempre al límite para no caer en el
desastre más absoluto.
Cuando aquí nos referimos a lo americano, debo concretar que
en buena parte de Europa, americano significa estadounidense. El resto de
América, siempre lo hemos conocido como Latinoamérica o Iberoamérica, para
englobar todos aquellos países donde se hablan lenguas procedentes del latín. Y
cuando nos miramos el ombligo, lo cual sucede muy a menudo, se nos llena
la boca de “hispanoamericano”, para referirnos a los hermanos de exclusiva
habla española de allende el océano.
Estas puntualizaciones de nivel de bachiller, vienen a cuento
porque si bien los modelos “americanos” ciertamente son de fabricantes USA, las
miniaturas que en su mayoría aquí se muestran, proceden de colecciones editadas
en Argentina. Así que, valga la redundancia, realmente provienen de América.
Por tanto, vayan por delante mis más sinceras felicitaciones
a los coleccionistas argentinos, por poder disfrutar de unas series hechas
prácticamente a su medida, pues aunque el fabricante sigue siendo Ixo, en esta
ocasión se está esmerando más de lo habitual, y muchas de sus reproducciones son
excelentes. (Puede que aún no lo sepan, pero
son tiempos felices para el coleccionista del Cono Sur).
En parte también felicito a los señores de Salvat, por poner
a la venta estos modelos en la web española y así disponer de la opción de
adquirir alguna de estas pequeñas maravillas. A su vez, y de la misma forma, les
condeno a tener que reeditar otra colección de casas de muñecas o de abanicos,
por no tener el detalle de incluir alguno de estos americanos en la reciente “Vehículos
Españoles de Reparto y Servicio”, como si aquí nunca hubieran existido camiones
alemanes, americanos o ingleses.


Constituye una omisión que me gustaría achacar
a las estadísticas de la mercadotecnia, y no a la mala leche, porque la
bibliografía, la filmografía, y el resto de grafías, todas ellas fácilmente
accesibles por internet, nos muestran un parque automovilístico realmente
variopinto hasta muy entrados los años sesenta. Existió una larga convivencia
de aquellos veteranos de guerra con los entonces novedosos Avias, Barreiros,
Pegasos, Savas, y el resto de fabricantes nacionales por los que tambíén suspiramos
a 1/43.
Hubiera sido la repanocha poder conseguir un camioncito
Ford, Chevrolet o Dodge, por ejemplo, con alguna librea de CADETE, TRANSPORTES
OCHOA, DEMETRIO, CAMPSA (cuando era rojinegra, por favor), TRANSPORTES POSTIGO,
TTES. TOMÁS, y tantas otras que recorrieron nuestra geografía, en más o menos cantidad.
Y aunque solamente fuera la miniatura de un transportista particular o ficticio,
también les haríamos la ola, señores de Salvat: con la mínima rotulación, tal y
como se estilaba entonces.
Pero vamos al lío…
CHEVROLET DELIVERY
VAN “COCA-COLA”
General Motors tuvo varias plantas de fabricación y de
ensamblaje repartidas por medio mundo, por lo que puede que exista más de una
nomenclatura para denominar a un mismo modelo. A eso hay que añadir la
posibilidad de que en algún país, ciertos elementos estéticos fuesen permutados
por otros más cercanos al gusto local. Como resultado de todo ello, resulta
complicado identificar y concretar qué modelo sería éste, dedicado a la noble
tarea de saciar la sed de los adictos a tan burbujeante marca. Yo, para no caer
en dicha adicción, siempre la rebajo mezclándola generosamente con ginebra y
una rodaja de limón. Mano de santo, oiga: la Coca-Cola no afecta en absoluto y uno
duerme como un lirón. Eso sí, hay que tener cuidado con el limón, porque en
exceso, coloca.

Los americanos, perdón, los estadounidenses, lo tenían
bastante claro por aquella época, y clasificaban su Chevrolet (u otras marcas) en
base a su función, más que por su auténtica numeración: Suburban, Panel Van, Delivery Van, Truck Cab,
Panel Truck, Loadmaster, Pickup, Thrifmaster, etc… Eran maneras de diferenciarlos rápidamente entre
sí en base a su función, forma y tipo de carga, más que por la cilindrada o el
cubicaje que solía denominar a sus series 2800, 3000, 4000, 5000, 6000, etc…)
Además, estaba el tema de las licencias, pues General
Motors, como dueña de Chevrolet y de la inglesa Bedford, permitió a esta última
fabricar modelos de la primera, adoptando las denominaciones internas y reales de Chevrolet. De ahí esas complicadas series que gastaron los británicos: OS, FOYD, TJ, OY… … en fin, me faltan letras. Para mí, este cocacolero
vendría a ser un Chevrolet KC-3105 de 1939, pero tampoco pondría la mano en el
fuego.
¿Qué podemos decir de la miniatura? Pues que es todo un encanto
(a excepción quizás de esos retrovisores un tanto modernos, y que en el modelo
real parecen añadidos mucho después). Por lo demás, es un modelo muy
conveniente y representativo para el coleccionista en general, cuando en los años
20 y 30 del pasado siglo entró con fuerza la arquitectura art déco, influenciando
en el diseño del mundo del automóvil, entre otros sectores. Con la intención de
atraer las miradas de los futuros compradores, se convino en rebajar un tanto
más de lo habitual la altura del chasis, y a su vez, cabina y caja también
sufrían una leve modificación para nivelarlas entre sí y dejar enrasado su
perfil, otorgándole a todo el conjunto una estilizada elegancia, con el fin de
transmitir sensación de velocidad incluso en parado.

La miniatura viene bien reproducida: a la vista, el logotipo
de Chevrolet en su frontal, así como toda la tampografía de Coca-Cola,
fácilmente legible y que evita semejante invasión amarilla. Deliciosa,
refrescante y bien helada: imposible no salivar al ver pasar por tu calle un
furgoncillo de éstos.
Aunque el interior es el habitual en estas colecciones,
tiene suficientes detalles externos como para hacernos olvidar algunas
omisiones: esos tornillos moldeados que sujetan los parachoques y ¡sorpresa! unos
faros que vienen sin pupilas negras. Por ahí, a estribor, vemos que cuelga el
tapón del combustible, y en cada una de las ruedas, bien reconocibles, nos
encontramos de nuevo, por cuadruplicado, el logotipo del fabricante.
En fin, aunque este patito fuera feo, que no es el caso, igualmente
supone una alegría poder contar con él en la vitrina. Además, gracias a esa
publicidad, por sí mismo ya constituiría un objeto muy coleccionable.
CHEVROLET 2 Tn. “IVESS”
Vamos con otro Chevrolet argentino, en este caso algo más heavy
que el anterior, y con publicidad de Ivess, un distribuidor de soda y agua
argentinos, que parece fuera de época, pues esa empresa no apareció hasta
veinte años después de este camión. Puede que se tratara más bien de una
estrategia promocional, pues no hay una relación directa entre el producto que
se vendía y las capacidades del propio camión. En todo caso, esta pequeña incongruencia
carece de interés, porque aquí tenemos la ocasión perfecta para mostrar un
vehículo que fue lo suficientemente abundante en España como para considerarlo todo
un clásico de nuestras carreteras.

De un tamaño no excesivamente grande, pero ya con otra
envergadura, en este camioncito puede observarse una mayor altura de chasis, mayor
paso de rueda, más longitud para la carga y una cabina levemente más grande, todo
ello suficiente como para incluirlo en la entonces categoría de transporte de largo
recorrido. Ya fuera mercancías o viajeros, era bueno para aprovechar su mayor tamaño
y acoplarle una carrocería de autobús o una caja con telerines.

La miniatura parece representar un Chevrolet OS-4403 de
1946, y en este caso tampoco apostaría porque sea exactamente ése modelo. Viene
pintada su calandra en un inusual azul (lo normal es que fueran cromadas), y
suponemos que es para hacer juego con el resto de dicha tonalidad diseminada
por todo el modelo, como el chasis, el cual hubiera sido más lógico que hubiese
sido en negro, un color más práctico. Pero si en realidad se trató de un
vehículo promocional, es de esperar que su aspecto fuera ideado más para llamar
la atención, que para ser realmente funcional. No se ve ni un solo espejo
retrovisor, aunque dada la época, tampoco es de extrañar. En todo caso, seguro
que logró atraer todas las miradas.

Una vez dicho lo que a mi juicio es lo menos bueno del
modelo, vamos con lo mejor. Me quedo con ese frontal que, aunque no sea
cromado, tiene piezas independientes: calandra, capó y aletas perfectamente
definidas y separadas. El “bujero” para la manivela de arranque, luces
independientes y sin pupilas negras, (salvo las supletorias que están pintadas)
y el parachoques con remaches. No se puede pedir más por este precio. Incluso
en el error cometido con el parabrisas delantero, que parece mal acoplado, se
ha acertado de rebote, pues muchos chóferes se hacían instalar vidrios
escamoteables, para los días con sol de justicia y “chicharra” cantora, aliviando
las penas con la entrada de un poco de aire.

En el resto de la miniatura, tenemos otros detallitos que la
hacen más amena: el tapón (más bien sifón) del combustible, el largo tubo de
escape para la salida de humos, pero sobre todo, lo que más me gusta: la
combinación de la caja, es decir, el tamaño, forma y función de su plataforma y
de sus teleros, imitando con más o menos acierto la madera de la que estaban
hechos. Por si fuera poco, se halla fuera de lo que habitualmente nos coloca
Ixo, que siempre incluía cajas desproporcionadas y poco realistas. En esta
ocasión, creo que han hecho un buen trabajo. Cuanto más se simplifican las
cosas, normalmente se suele acertar más a menudo.
CHEVROLET 3800 PICKUP
Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, echemos un
rápido vistazo a esta ranchera, que la verdad sea dicha, fue muy rara y poco
habitual por aquí. Aunque alguna se vino para España, desconozco si fue por
cuota de las importaciones nacionales del Estado, o porque algunos americanos
destinados a las incipientes bases militares europeas, se las trajeron de su
país. A saber.
En todo caso, el uso que se le dio fue eminentemente
agrícola y de alcance muy local, pues la plataforma con que se dotó a este
vehículo se hallaba integrada en el chasis, por lo que cualquier otra
transformación hubiera supuesto un excesivo desembolso. El grupo General Motors
no se limitaba a fabricar sus vehículos industriales con cabina y chasis, sino
que en muchas ocasiones ofrecía un carrozado completo, con especialización del
tipo de carga: de ahí la compleja y variada nomenclatura de las versiones que
se viene comentando.
En el caso del ejemplo del encabezamiento, se trataba de un transporte de pescado fresco,
cuando el uso del Thermo King tan solo era una mera anécdota, y apenas había
difusión en este país de estos sistemas de enfriamiento. Con el acople de una
caja metálica más o menos aislante, y el uso y abuso de mucho hielo, podía trasladarse
partidas desde otros puertos o desde alguna estación de ferrocarril.
Como puede apreciarse, hubo una remotorización, en este caso
por parte de Perkins, de la que por fortuna había una planta de fabricación
cerca de Madrid. Así que no hizo falta recurrir a los costosos y sobre todo
lejanos repuestos de la casa madre.

Sé que me repito más que el ajo, pero resulta difícil
concretar una versión correcta para este vehículo por los motivos anteriormente
expuestos. Parece tratarse de una Chevrolet FS-3804 de 1948, más conocida como
Pickup Truck 3800. Recordemos que para los americanos, una Truck realmente era una
camioneta, no un vehículo pesado o camión como nosotros acostumbramos a
traducir. De hecho, en aquellos años de posguerra muchos de los camiones
pesados comenzaron a desarrollarse a partir del sobredimensionamiento y de la potenciación
de estos primigenios vehículos. ¿O fue al revés? El caso es que en los USA,
buscando una mayor maniobrabilidad, hubo intentos de estandarizar el uso de
cabinas avanzadas al igual que en Europa, pero la mayoría de los principales fabricantes
americanos ya disponían de este tipo de plataforma y de concepto, ideales para
agrandar, a voluntad, la zona del impulsor y el de la cabina, y de utilizar
además la propia ranchera como si de una tractora se tratase. Aún pervive ese
concepto y allá no es nada raro encontrarse con lo que nosotros llamamos rancheras o
camionetas, arrastrando auténticos semirremolques. En todo caso, es un tema muy
complejo y variado, del que estoy lejos de tener los conocimientos suficientes
como para profundizar ahora mismo en él, y seguro que hay mejores sitios que
éste para informarse al respecto.

Centrémonos en la miniatura que, aunque resultona, se nota
que es de aquellas colecciones foráneas cuyos números sobrantes podemos
encontrar en librerías, pequeños almacenes de cosas y en algunos mercadillos. Proveniente
de la Chevrolet/Opel Collection de Brasil, su molde me parece muy bueno, pues
reproduce convenientemente las sinuosas curvas del modelo real, así como algunos
detalles de la cabina. Pero a la hora del acabado final, parece que a la pobre
le tocó un pintor con Parkinson, los vidrios están todos descolocados, como si
la hubieran empujado escaleras abajo, y quizás el piso de la zona de carga
hubiera tenido mejor aspecto en otro color, imitando la madera, aunque no la
llevase de serie.
Su rejilla frontal o calandra tiene un punto juguetero y plasticoso
que no acaba de convencer, pero a cambio, el resto de cromados que han hecho
acto de presencia, están bien dispuestos y en su justa medida. Así que tampoco
hay motivos suficientes para despreciar esta Pickup; y si le añadimos el hecho de
que alguna hubo en España, aunque fuese de forma minoritaria, podemos hacerle
un hueco sin problema en nuestra vitrina. La tendré en cuenta en posteriores
ocasiones, para cuando quiera mostrar todas las rancheras, pickups y
todoterrenos, como si de una exposición temática se tratara.
GMC VAN “AEROPOSTA
ARGENTINA”
Cuando los aviones surcaban los cielos con sus motores de
hélice, cuando los pilotos llevaban cascos de cuero reciclados de sus años
mozos de rugby, y cuando los aeródromos cementados eran toda una rareza, no era
menester dejar abandonados a su suerte a los valientes e importantes pasajeros
recién desembarcados en la campa de turno, a las afueras de una ciudad. De su
traslado se encargaban vehículos muy parecidos a este GMC, adaptado y
recarrozado para pasajeros y equipajes, a partes iguales.

En esta ocasión, tenemos otra bonita miniatura, representante
de los locos años del art déco, curiosa y aerodinámica. La finura en la
ejecución de algunas piezas independientes no es la mejor, pero al menos se ha cometido
la heroicidad de hacerlas constar, que no es poco. Lástima de ese volante, que
quedó a una altura inusualmente irreal, y de esas ópticas delanteras que
parecen a punto de la lágrima, aunque esto último tiene fácil solución. Por lo
demás, se trata de otra de las pequeñas maravillas que nos llegan con
cuentagotas de la ya citada colección argentina.
A destacar ante todo, la molestia de la editorial en
publicar un modelo tan poco corriente, pues en lugar de procurarnos la típica
camioneta, como tantas otras existieron, se ha hecho hincapié en dar salida a
un modelo aeroportuario poco común, y de paso, hacer un guiño a la historia,
con el recuerdo de esta compañía, antecesora directa de Aerolíneas Argentinas
(cada dos minutos…)
No sé de dónde vino la costumbre de platear los vehículos terrestres
de las entonces incipientes compañías aéreas. Desconozco si era por mantener la
uniformidad corporativista, o porque podían ser más fácilmente visibles desde el
aire, avisando de su presencia al piloto en el momento de aterrizar. Desde
luego, no creo que fuera por aligerar peso eliminando la pintura, al igual que en
los propios aviones. En todo caso, nos
queda una miniatura muy llamativa, primorosamente decorada con sencillos logotipos,
a la par que elegantes.

Esa especie de barandillas en las ventanas laterales
seguramente constituirían amarres para una mejor fijación de los bultos. Hay
también unos asideros para que los usuarios pudieran subir con más facilidad, y
obsérvese las ruedas traseras: dotadas en su eje con un cilindro que permitía
el acople de una segunda rueda, y a su vez serviría de estribo para que el operario
pudiera efectuar esa maniobra al asegurar la carga. ¿Y ese faro supletorio a la
derecha del copiloto? Entiendo que debía ser para los aterrizajes nocturnos o al
caer el sol, para iluminar un tanto el desembarco. Pero lo que más llama la
atención es la zona de carga, en el techo del vehículo, con esa sencillísima
pero efectiva lámina que imita una fina plancha de listones de madera que
protegía la carrocería del equipaje. ¿Por qué no se ha hecho lo mismo con
tantas otras miniaturas, sobre todo en el caso de las pickups?
Me inclino a pensar que este modelo en concreto se trata de
un GMC T-14 versión Carryall de 1937, pero…
DODGE PANEL “LA
IDEAL”
Éste viene a ser el mismo caso que el anterior: un vehículo
más o menos estándar al que se le inserta una carrocería acorde a la función
que desempeña. Al derivar de la versión sedán, se aprovechan la mayoría de sus elementos,
para simplemente, colocarle una caja cerrada a base de paneles pero en dos
niveles distintos: la parte que hace de cabina, y el resto, del furgón. Aquí no
hay estilo art déco que valga, y no hay tanta preocupación por la
aerodinámica ni por la estética.

Se trata de un Dodge porque Salvat me lo dice… …que si no, me quedo igual. Según internet,
puede que se trate de un Dodge LC Double Panel de 1936. Algunas miniaturas
llevan tampografía con su logotipo en alguna parte, otras el emblema incrustado
en todo el morro, pero en este caso, ¿dónde están los cuernos del carnero?
Viendo el restregón que tiene en el frontal, (falta la mitad del cromado y juro
que yo no he sido), pensé que había recibido un golpe en su traslado por los
mares, o a lo mejor es que lo mandaron de viaje precisamente porque se había
descornado. Bueno, el caso es que veo por internet que en la miniatura no había
carnero, así que mejor no esperarlo.

La cartelería es un tanto cursi, pero no puede negarse que
es de bella factura, y esas tonalidades pastel con las que se ha pintado la
carrocería fácilmente evocan el humeante café con leche y unos bombones a media
mañana. No tengo el gusto de conocer esta localidad, pero con este modelo ya
podemos presumir por poseer un “
pedacito de Banfield”.
Por detrás, unas cuantas piezas independientes y bien
resueltas: luces de gálibo, matrícula y luz trasera, así como un tubo de escape
ahuecado, y lo que parece un pequeño mástil para un banderín, publicitario seguramente. Por delante, menos mal que no hay pupilas en esos ojos, pero lástima
de la parrilla, defectuosa, aunque eso creo que no lo puedo achacar a la
editorial.
En definitiva, y lo más importante, ya tenemos otro furgoncilloto
que me interesaba mucho poseer, y que va directo para la saca. A este paso, va a
quedar una vitrina muy colorida.
FORD PICKUP de 1934
Esta Ford Pickup, es un claro ejemplo de vida útil artificialmente
alargada. Proveniente de un concepto ya heredado del modelo A de 1928, y que
tan buenos resultados había dado hasta entonces, se reaprovechó enteramente su
base por parte de Ford, para crear, entre otros, este modelo BB, el aquí mostrado,
versión Pickup.
Con una caja atrás, cerrada y hecha enteramente de madera,
ya tendríamos a toda una rubia. Y con el alargamiento de chasis y de la
longitud entre ejes, entonces podía obtenerse casi cualquier cosa: una pequeña
cisterna, un microbús, un toldero, un furgón, lo que se precisara. Como puede
deducirse, con las necesidades de entonces, estos vehículos resultaron muy
versátiles y pudieron manejarse en prácticamente todos los sectores del comercio
y de la industria.

Este auténtico todo-camino, pionero en la Norteamérica rural,
fue el ejemplo a seguir por otras marcas en lo que se refiere a este tipo de
vehículos: duros, resistentes, de mecánica fácil de reparar y poco costosos. Consiguió
motorizar a una buena parte de ese país, y de retrueque, cuando Ford sentó sus
reales en
España en 1920, hubo por fin, un acceso más fácil a un medio
de locomoción hasta entonces solo apto para los bolsillos de los más acaudalados.
Como es bien sabido, Ford popularizó el coche, dejándolo al alcance de un mayor número de posibles usuarios, pero más importante aún y lo que
ello significaba: hacer la vida del pequeño y mediano comerciante mucho más
cómoda y sencilla.

Para esta ocasión, contamos con una reproducción de la (creo)
desaparecida firma china Yat Ming, formando parte de su serie Signature Road,
especializada en clásicos americanos. Más cerca del juguete que de un modelo de
colección, aún así tiene cositas muy interesantes, como una calandra finamente
reproducida, estribera hecha de otro material, buenas luces traseras con
piezas independientes, y una plataforma de carga en imitación de madera ciertamente
lograda.
El molde tampoco está nada mal, y este Ford básicamente se le
puede identificar por su juego de luces del frontal, sobre una base más o menos recta y no en
arco como en el otros modelos de aquellos años, ya fuese el tipo B o el V8. También
contribuye a su diferenciación la parte trasera de la cabina: a la hora de
ensamblarlo se incluía un moldeado del color de la carrocería de forma levemente curva, y no recto
como los citados modelos B y V8.

Lo que desentona de veras son esos discos que han utilizado
como llantas, más propios de la moda de los hot rods aparecida
veintitantos años más tarde, ya después de la guerra. Y desconozco si debiera
llevar algún tipo de paragolpes trasero o protección equivalente. Imagino que a
la hora de las operaciones de carga y descarga, y en un entorno de poco
tráfico, no tendría mucho sentido. Quizás peque también de un leve exceso de
pintura en alguna de sus piezas, pero todo eso no debe hacernos olvidar que estamos
ante una miniatura sin pretensiones, y que no hace daño ni a la vista, ni al
bolsillo.
Fin de la tercera
parte.